El paisaje es el campo básico de la Geografía. Estudia desde cómo se ve, a cómo se organiza, cómo se gesta, cómo se utiliza, y cualquier aspecto que se pueda analizar a partir de él. Por esto el paisaje, para un geógrafo, no es lo mismo que para un pintor, un fotógrafo, un naturalista o una persona cualquiera. El geógrafo ve en el paisaje su objeto de trabajo, e incluye en él no sólo los aspectos estéticos, si no todos los elementos que aparecen en él, sean de origen natural o antrópico.
Todo paisaje está compuesto por elementos que se articulan entre sí. Toda actividad humana tienen un impacto en el espacio, y por lo tanto modifica el paisaje. Así, en una sociedad donde es vital el transporte de mercancías y personas, aparecerán en el paisaje carreteras, vías de ferrocarril, puertos y aeropuertos; y si lo que necesita es producir alimentos en muy poco espacio de terreno veremos campos cultivados, sistemas de regadío, construcciones de almacenamiento, etc. Incluso las actividades que parecen no tener un impacto paisajístico, en el fondo lo tienen: redes de comercio (con locales de venta y almacenes), sucursales bancarias, postes de alta tensión para transportar la electricidad, antenas de repetición de la señal de radio, televisión o telefonía celular, etc.
El paisaje geográfico se define como un espacio con características morfológicas y funcionales similares, teniendo en cuenta una escala y una localización. La escala es esencial para la delimitación del paisaje, ya que de ella depende que se muestren como elementos del paisaje unos elementos y no otros. Así, en el paisaje de una ciudad vista desde el aire aparecen como relevantes la estructura de sus calles, la forma de sus manzanas, los cursos de agua, las zonas verdes, algún monumento emblemático, etc. Sin embargo, esa mis ciudad, vista a pié de calle, destacaría por el aspecto de sus edificios, la circulación de automóviles y personas, la presencia de comercios, instituciones y viviendas, etc. La localización nos dice dónde podemos encontrar ese paisaje, objetivamente, con sus coordenadas terrestres, y cómo se relaciona con el entorno, es decir la posición que ocupa dentro de un sistema mayor de paisajes.
El paisaje surge de la interacción de los diversos agentes: litosfera, atmósfera, hidrosfera y biosfera, y con la intervención del ser humano que lo modifica para adaptarlo a sus necesidades. Dependiendo de la importancia de esa modificación distinguiremos tres tipos de paisaje: natural, modificado y ordenado. El paisaje natural es aquel que no está alterado por la sociedad. Puede que acoja seres humanos que lo utilicen en pequeña medida, y que esté recorrido por cazadores y recolectores, pero, en esencia, presenta las condiciones naturales sin la intervención humana. Aunque esté recorrido por sociedades humanas estas no lo han organizado. Tienen un conocimiento muy especializado del medio. El área necesaria para obtener los recursos debe ser muy grande, puesto que se dependen de lo que ofrece la naturaleza. Hoy en día prácticamente no existe sobre la Tierra, aunque podemos considerar paisajes naturales las regiones polares, la alta montaña y alguna selva tropical.
El paisaje modificado aparece cuando las prácticas agrícolas y el uso del fuego transforman el medio de manera irreversible. Las especies vegetales y animales que predominan ya no son las que se dan naturalmente, sino aquellas que han sido elegidas por la sociedad porque les proporcionan alimento. Además, se crea toda una infraestructura para que la explotación del medio sea eficaz: ciudades, caminos, regadíos, comercio, postas de viaje, uso del bosque, división de la superficie agrícola útil, etc. Normalmente, la buena salud de este paisaje depende de unas condiciones ecológicas adecuadas, por lo que se llega a un equilibrio entre el mundo natural y las necesidades de la sociedad. El paisaje modificado fue predominante hasta la irrupción de la revolución industrial, y aún es posible encontrarlo en las regiones no industrializadas del planeta. Los paisajes modificados no precisan estar contiguos, por lo que se encuentran aislados entre sí por paisajes naturales. No obstante, existe una red que pone en comunicación los diferentes ámbitos ecológicos.
El paisaje ordenado refleja la acción meditada, concentrada y continua de una sociedad sobre el medio. Se trata de la transformación total del medio para servir a los intereses del ser humano. Para lograr esto es necesaria la existencia de una comunidad con un tipo de economía y unos medios jurídicos y técnicos que tiene la voluntad de transformar el medio a lo largo del tiempo. El paisaje ordenado contrapone los elementos de la naturaleza y los de la sociedad que los crea. Así pues, excluye, en buena medida, otros tipos de paisaje. El paisaje ordenado por excelencia es la ciudad, donde se sustituye por completo la naturaleza por un paisaje artificial y planeado. Con la revolución industrial se hizo posible extender este orden al espacio entre ciudades. Así, se crean grandes vías de comunicación y transporte, regiones industriales, infraestructuras para el funcionamiento de la ciudad: basureros, pantanos y traídas de agua, etc. Además, la ciudad gana en extensión e invade las zonas próximas. Este paisaje requiere, para su buen funcionamiento que sea continuo, creando vías de comunicación rápida entre unas zonas y otras. Esta red no sólo debe de ser tupida, sino que también ha de estar jerarquizada, permitiendo diferentes velocidades diferentes alcances dependiendo de la parte de la red que se utilice. Además, las diferentes partes de un paisaje ordenado están especializadas en una función: rural, industrial, viaria, extractiva, ocio, etc. De ahí la importancia de las comunicaciones, y por eso afectan a todo el espacio disponible.
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